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Algunos encuentran sus aficiones o su primer amor (o su segundo, o su último, o su definitivo) a través de amigos o conocidos. A veces ciertos placeres se transmiten de padres a hijos gracias a una larga tradición familiar. Las personas que nos rodean nos hablan de las pequeñas cosas que les apasionan, esas cosas que para el resto pueden ser incomprensibles o nimias pero que sólo (yo lo sigo usando con tilde, lo siento por la academia) dentro de cada ser humano pueden convertirse en una sensación especial y única.
En 2001 comencé a estudiar en la universidad, en la rama de los medios audiovisuales, aunque mi inquietud por el cine y otras disciplinas más sonoras que visuales ya venía desde hace algunos años. El principal objetivo de esa especialidad universitaria es ganar al Trivial. Bromas aparte, fue en esos años cuando descubrí el cine de Fernando León de Aranoa, endiosado y criticado a la par por todo tipo de gente (si, señores, en esta post-modernidad todo el mundo cree (mos) tener no sólo (de nuevo) derecho a opinar, sino a sentar cátedra sobre temas que , en su mayoría, no domina(mos) Yo tengo mi opinión acerca de los altibajos en la carrera cinematográfica de este autor, más acertada en sus comienzos. ¿pero qué está pasando? ¿no se supone que en este espacio virtual hablamos sobre música? Tranquilos, a veces poner en contexto es tan necesario como entrar al ring con unos guantes nuevos y un buen entrenamiento para vencer a los mejores púgiles, estudiar detenidamente los movimientos para anticiparse a esos mismos movimientos cuando instintiva o recapacitadamente, se repitan
Familia es una buena película. Pequeña, conmovedora, pícara, detallista. Mientras mis ojos videaban (si, mis queridos drugos) el citado film , mis oídos comenzaron a fijarse en algo realmente llamativo. La banda sonora tenía una expresividad descomunal. Podría agotar los superlativos, pero ya se ha dicho todo sobre el genial guitarrista manouche Django Reinhardt, al que sin duda dedicaremos algunos párrafos en futuras entregas (y así que los agotaré)
De repente, sin que nadie me hablara de él, sin ser la pasión o la nueva y última sensación de ningún amigo cercano, sin ser la música que tradicionalmente se ha escuchado en casa entre mis padres y hermanos y que ha sido la banda sonora en incontables viajes al valle de broto, mis neuronas se hipersensibilizaron y en aquel primer visionado, mis oídos descubrieron algo de lo que no podían despegarse.
Amante de los seres humanos (quizás más bien de sus obras) que realizan trabajos bellos (y recordando una cita de Ruskin en un monográfico sobre Van Gogh de la editorial Taschen), suelo ser de esos que ocupan la butaca del cine hasta que los créditos muestran el tipo y la marca del celuloide utilizado y las tenues luces aparecen , haciéndonos daño y mostrándonos una sala ya casi desierta y gobernado por un suelo de florecientes palomitas pisoteadas. Fue ahí dónde descubrí por primera vez aquel nombre y aquella música.
El efecto dominó no tardaría en llegar, mi investigación llegaba cada día a un nuevo autor de esa, para mi , nueva música (pero ya casi con un siglo de edad), forjada fuera de mi tradición, de mis fronteras, de mis allegados. Sólo desde el interior humano se pueden comprender estas sensaciones, incluso cuando algunas cosas te las encuentras casi de casualidad, como un efecto secundario de otra cura del alma. Django Reinhardt fue la contraseña a la caja fuerte de un mundo desconocido, que me llegaba de repente, sin avisos, sin concesiones, sin explicaciones, sin nadie que reforzara mis nuevas sensaciones. El jazz había llamado a mi puerta. Y llamaba para entrar…y quedarse….
pd: Aunque ya hablaremos de Django en otra entrega, no puedo resistirme a descubriros un pequeño documental de pocos minutos sobre su música:
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